Los estadounidenses no tienen una visión muy positiva de los motores diésel, ya que la mayoría de ellos piensan en los viejos tiempos de los motores de encendido por compresión, donde el smog y el humo negro llenaban el aire. Gran parte de ese estigma tiene que ver con los motores diesel americanos de los años 70, concretamente con el V8 diesel de 5,7 litros fabricado por GM. Por eso, Ford tomó prestado un motor diésel de BMW.
El mencionado V8 de GM era en realidad un derivado de uno de los V8 de bloque pequeño más utilizados por GM. Se adaptó para el uso de diésel en respuesta a la crisis del petróleo de los años 70, en la que el ahorro de combustible era primordial. Este motor era notoriamente poco fiable y exacerbó la ya negativa visión de los motores diesel en América.
Sin embargo, Ford tuvo una buena idea. Al otro lado del Atlántico, las marcas de coches europeas estaban desarrollando motores diésel de calidad que también se vendían bien en Estados Unidos. Mercedes-Benz era famosa por hacer un diesel robusto, pero no estaba dispuesta a compartirlo con los americanos. Sin embargo, la gente de Munich necesitaba desarrollar un motor diesel para competir con sus rivales de Stuttgart. Así que BMW mandó hacer un motor diésel a partir de su motor M21 de seis cilindros en línea. Esto demostró ser una alternativa mucho mejor que lo que podían construir las empresas americanas, así que Ford pidió utilizarlo.
Afortunadamente, BMW accedió y Ford empezó a vender sus coches con dicho motor diesel, en contra de Mercedes-Benz. De hecho, Ford comercializó el Lincoln Continental Mk VII en contra de Mercedes-Benz, afirmando que tenía un «Turbo Diesel de 2,4 litros diseñado en Europa». Esto es gracioso por un par de razones: Uno, no se comercializó como un motor BMW, sino simplemente como un motor «europeo». En segundo lugar, si una empresa automovilística estadounidense comercializara su motor como europeo hoy en día, probablemente no le iría muy bien a muchos de los estadounidenses de hoy en día.
[Fuente: The Drive]
