BMW lleva tiempo advirtiendo de los peligros y los inconvenientes de una guerra comercial entre Estados Unidos y China (o cualquier otra de las dos partes principales). La empresa alemana incluso ha ajustado sus previsiones para este año, estimando que sus beneficios antes de impuestos se verán afectados, ya que se preparan para perder mucho dinero tras las medidas puestas en marcha por EE.UU. y China en relación con los aranceles de importación.
Según el director financiero de BMW, Nicolas Peter, en declaraciones a la revista alemana Automobilwoche, las pérdidas estimadas por BMW para este año rondan los 300 millones de euros, un impacto notable, sin duda. Sin embargo, si se mantienen los mismos aranceles a lo largo de 2019, las pérdidas podrían sumar más de 500 millones de euros para el próximo año, un golpe que obligaría a los alemanes a replantearse su forma de hacer negocios. Una de las primeras medidas será reducir la producción en algunas fábricas, si la demanda cae.
El principal problema en este conflicto para BMW viene del hecho de que China es un gran comprador de SUVs. Como la mayoría de ellos se fabrican en la planta de Spartanburg, en Carolina del Sur, las importaciones de EE.UU. a China se están ralentizando drásticamente debido a los impuestos que se imponen a ciertos productos, coches incluidos. Por si fuera poco, BMW también se enfrenta a fuertes vientos en contra en Europa, con la aplicación del procedimiento de pruebas WLTP.
En este caso, el problema es la guerra de precios que tiene lugar en el Viejo Continente. Antes de que entrara en vigor el WLTP -a partir del 1 de septiembre-, la mayoría de los fabricantes de automóviles bajaron los precios de sus coches no WLTP en una cantidad bastante considerable, para venderlos antes de que fueran ilegales. Por lo tanto, el mercado está ahora sobresaturado de coches, y BMW tendrá que reducir su producción hasta que la situación se normalice, los funcionarios afirman repetidamente que BMW no tomará parte en esta «batalla de precios».




